Soy el título de una obra incompleta, una imagen borrosa de deseos aplazados. Me reconforto en el abrazo añorado de quienes también viven esperando, y siento cada palmada que mi aplauso grita por todos los que cuidan de que no nos falte ni comida, ni limpieza, ni la vida, ni el alma. Me asomo a mi mundo interior cada día, abro su ventana de par en par, y los personajes se cuelan ocupando la sala en la que estoy sentada. Me miran y susurran historias que difundo a través de unas teclas. A veces se quedan más de lo esperado y, cuando se marchan, les agradezco este exquisito encantamiento al que me han sometido. Tras su salida, cierro con fuerza la lucerna que separa mis universos, observando de reojo cómo mi inframundo quiere deslizarse, lloverse y apoderarse; los miedos y el enojo llegan hasta el alféizar y se quedan ahí vigilando, esperando su turno, como el ojo avizor de una vieja. Les digo que en otro momento; les doy la vuelta. Porque ahora es tiempo de abrir a la gratit
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