MUTACIÓN

Me sorprendo mirando abstraída por la ventana, como si el ruido de mi pequeña radio me acabara de despertar de un letargo, cuando debería estar tecleando el ordenador. Las paredes del edificio de enfrente se han vestido de un rosa tenue, reflejando el atardecer que ya se asoma al fondo de la calle. Pero, desde este sitio en el que me encuentro, no lo puedo ver. Un niño, que se parece muchísimo al mío, está en una de las terrazas que contemplan mi casa; el crio me saluda. Le respondo con una sonrisa y, mientras comienzo a levantar mi mano para responderle, noto que alguien está detrás de él. Agarra los hombros del pequeño y le obliga a dar la vuelta. Ella, antes de entrar en su salón, se gira para mirarme desafiante. Me quedo totalmente petrificada al comprobar que es exactamente igual a mí. No es posible. No he debido verla bien y tengo que ir a comprobarlo. Ese chico...¡también es igual que mi hijo! Tengo que salir, ¡sí!, tengo que hacerlo a pesar de