ESCARCHA
Repaso las hojas de mi libro haciendo que estudio, pero en realidad, ya me sé toda la lección, aunque a ellos no se lo diré. Espero con paciencia a que llegue su aviso; de momento me concentro en el sonido de la televisión que llega desde abajo y en el ruido que hace mi madre mientras cocina.
Escucho las llaves de la entrada; sé que es papá y me quedo muy atento: nada, no se oye nada. El silencio engulle toda la casa y la escarcha empieza a crecer de golpe bajo mis pies desnudos. Algunos pasos sueltos cortan el aire mudo, la puerta de una habitación se cierra con prisa, no vaya a ser que no dé tiempo a separar aún más sus existencias. La escarcha va trepando por las paredes y empiezo a tiritar. Tiemblo tanto que me meto en la cama bajo el edredón. El hielo ocupa ya hasta el techo y caen gotas sobre sobre mi gélida cara. No tengo manera de hacer que deje de crecer, se cristaliza, y me siento tan culpable de ello…
Ha llegado la hora… Mi madre sube de forma cansada las escaleras y no entiendo cómo no se queda pegada a la barandilla. Ahora me tocará hacer como que no pasa nada, ¿solo yo veo el iceberg que está invadiendo la casa?
Es ahora.
Ya.
Se rompe ese mutismo que me ensordece y escucho el mismo susurro de todos los días: “Vamos a hacerlo por él.”
Me llaman porque quieren que baje al salón para estar con ellos…, en familia.

Hola Marta. Excelente microrrelato y excelente metáfora. Esa escarcha que el niño percibe refleja perfectamente la frialdad cotidiana en la que viven inmersas las parejas rotas sin reparar en el daño que producen a sus hijos.
ResponderEliminar¡Muchas gracias Javier! Eso precisamente es lo que quería reflejar. Un abrazo y gracias por comentar
ResponderEliminarHola Marta,
ResponderEliminarMe ha gustado mucho tu relato. Refleja muy bien la soledad y el sufrimiento del niño.
Hola Mariángeles.
EliminarMuchísimas gracias por tu comentario y tu apreciación. Me alegra que te haya gustado.
Un abrazo.